LA IDENTIDAD DEL INTÉRPRETE

-por Marcelo Coronel-

En una reciente reunión con un joven amigo guitarrista, me hablaba él de su deseo de abordar un repertorio que no estuviese excesivamente tocado y grabado por la gran mayoría de los colegas del planeta. Esta inquietud forma parte del proceso de construcción identitaria de un artista, naturalmente.

Le comenté entonces algunas cosas que quiero compartir públicamente, agregando ciertas consideraciones. En principio, creo que es una excelente noticia que le suceda eso a un intérprete: indica que se está buscando a sí mismo. Sabemos además lo tedioso que puede resultar ver en el programa de un concierto ciertas obras que ya hemos escuchado hasta el cansancio, aún siendo -como muchas veces ocurre- obras maestras (hay una tradición en el mundo de la guitarra clásica que se solaza en la repetición interminable de cierto repertorio). A contramano de esto, opino que quienes hoy nos dedicamos al arte guitarrístico debemos dejar la marca de nuestra existencia única, enriqueciéndolo desde un hacer creativo, no imitativo ni repetitivo, sea cual fuere nuestra condición: compositores, intérpretes o ambas.

Para prevenir malentendidos que podrían desprenderse de estas líneas, digo aquí que la interpretación de las creaciones icónicas del arte musical debe seguir sucediendo, sólo que no debe ser lo único que suceda.

 

Esta búsqueda debe llevar a poner la mirada en la obra no tan conocida de creadores consagrados, y especialmente en la obra de creadores poco conocidos o directamente ignotos. Ser muy renombrado o ser desconocido, no son categorías que nos hablen irrefutablemente sobre el valor del trabajo de un artista, aunque puedan servir como señales.

Otro camino es la creación del propio repertorio, para quienes se sientan llamados por la composición, o la creación de arreglos a partir de obras originales para otros instrumentos.

Y hay una posibilidad que no suele ser considerada con frecuencia: el encargo de una obra original a un compositor. En un punto de nuestra vida artística, necesitamos una guitarra de primera calidad, y hacemos los esfuerzos que sean necesarios para comprarla. Sin ella no hay vida musical posible para el guitarrista. Lo que no se suele pensar, es que sin música tampoco.

Esta idea puede ser rebatida con el argumento de que hay montañas de partituras que se pueden abordar.

Es cierto.

También lo es que la colaboración entre artistas creadores e intérpretes para la gestación de nueva música, lleva en línea recta hacia una comunión espiritual muy profunda entre los involucrados. Permite experimentar el proceso creativo desde adentro, de un lado y del otro, ya que tanto el compositor como el intérprete tienen cosas para aportar. Y produce un hecho inédito y nuevo, que despierta un interés adicional, dejando el nombre del intérprete definitivamente ligado a esa música, con lo que ésto pudiera suponer en términos de rédito profesional y artístico. Dado que en los encargos se acuerdan períodos de exclusividad para estrenar, grabar e interpretar las obras, el objetivo de tener en el repertorio (al menos por un tiempo) una música original, se cumple al cien por ciento.

 

Epílogo

Identidad y originalidad son valores altos para un artista. Competir con los demás transitando caminos abarrotados, aleja de la definición identitaria. Dado que la música no existe per se, que hay gente que la genera con esfuerzo, los intérpretes pueden elegir, al menos alguna vez, estimular la creación artística, propiciarla. Y vivir, más allá de cualquier ventaja de tipo práctico que les pudiera reportar, la alegría y el orgullo de tener algo que ver con la aparición de un nuevo universo sonoro.

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