MÚSICA UNIVERSAL

-por Marcelo Coronel-

 

A lo largo de los años escuché hablar de «música universal», «repertorio universal de la guitarra», y cosas por el estilo.

 

¿Qué sería música universal? Desde el vamos, tal cosa parece una pretensión desmesurada: como el sonido no se propaga en el vacío, enormes porciones del universo (todo el espacio y los cuerpos sin atmósfera) son totalmente inapropiadas para la música.

 

Bromas aparte, la expresión pareciera designar un arte carente de toda conexión específica con cierta cultura, cierto territorio y cierto tiempo histórico: una música que expresara el sentimiento y la idiosincrasia del «universo». Éste aparece así como un todo homogéneo, capaz de ser simbolizado fehacientemente por una forma de expresión artística VERDADERA.

 

La expresión «música universal» nunca se emplea para designar hechos tales como los urtyn duu de Mongolia, las tarkeadas del altiplano peruano-boliviano, las murgas de Montevideo, la música carnática del sur de la India, los huaynos ayacuchanos para guitarra de García Zárate, o los cantos a lo divino de los guitarroneros chilenos. ¿Porqué? ¿Acaso no están esas músicas en el universo?

 

Existen sociedades dominantes (países, regiones) que consideran que su cultura es superior a otras, y que los patrones de belleza válidos para ellas deberían serlo también en todo lugar. Para esta mentalidad, las músicas del resto del mundo son hechos marginales, secundarios, pintorescos y turísticos. La música creada en estas sociedades dominantes debe aprenderse, tocarse y enseñarse para acreditar la posesión de cultura y erudición. Estamos, finalmente, en presencia de lo que se designa con la etiqueta «música universal».

 

Esto no es más que una de las manifestaciones del avasallamiento planetario que tuvo lugar durante la época de la expansión colonial, y que bajo muchas formas aún sigue sucediendo. Sabemos que las potencias de Europa occidental impusieron a otros pueblos de los cinco continentes idioma, religión, arquitectura, organización social, etc., por medio de la violencia. Pero lo más eficaz a los fines de la colonización tal vez haya sido la inoculación de una idea: todo lo perteneciente al opresor es superior a lo perteneciente al oprimido.

 

Esta idea, una vez asumida por las sociedades aculturadas, se convierte en complejo de inferioridad, y adopta múltiples rostros. En nuestro país, uno de ellos es la ausencia histórica de las expresiones musicales propias en la enseñanza artística superior, o su discreta presencia bajo la forma de ocasionales concesiones, o excepciones. Es posible obtener una licenciatura en música en una universidad argentina (que por ende es latinoamericana), sin llegar a saber qué es un estilo pampeano o un joropo venezolano. Los tiempos afortunadamente van trayendo cierta conciencia, y de a poco la realidad va cambiando: ya existen instituciones que enfocan su currícula en la música folklórica y el tango, por ejemplo. No obstante, el camino recién se está empezando a transitar.

 

Epílogo

Propongo derogar la expresión «música universal» , pero sobre todo su significado que insinúa la existencia de cierto arte superior y planetariamente válido. En su lugar propongo la expresión «MÚSICA TERRÁQUEA». A diferencia de aquélla, ésta sería una constelación formada por todas las músicas que hay en el planeta Tierra, a veces muy distintas, a veces parecidas, que se mezclan, que vienen y van, que se influencian, y sobre todo, que se respetan.

Rosario, junio de 2021. Escrito para ser compartido en el conversatorio «La música folklórica en la formación docente», organizado por el centro de estudios CEIPD de la Escuela de música de la UNR.

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